30 de junio – Italia: Spoleto, festividad del Santo Icono (1185)

«Cueste lo que cueste, queremos salvar al hombre», dijo Dios a María

CC0/wikimedia
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En 1932, Luisa Piccarreta* (1865-1947) publicó una obra titulada La Virgen María en el Reino de la Divina Voluntad, cuyo tema es la vida de María, Reina de la Divina Voluntad. En ella, María invita, con amor maternal, a todos sus hijos a vivir en la Divina Voluntad, como Ella misma lo hizo a lo largo de su vida aquí en la tierra. A cambio, les comunicará el don de la Divina Voluntad y los guiará paso a paso por los infinitos caminos de la vida en la Divina Voluntad.

En este fragmento del libro, escuchamos a María explicarle a Luisa que la Santísima Trinidad la ha hecho su secretaria:

«Mi concepción superó todos los prodigios de la creación y así quiso el Creador que el fiat que pronunció sobre mí se hiciera en seis etapas, como la creación. En el momento en que tomé posesión del Reino de la Divina Voluntad, terminaron las etapas en mí y comenzó en mi alma la vida completa de la Divina Voluntad. ¡Oh, en qué alturas divinas me colocó el Altísimo!

El Padre celestial, el Hijo y el Espíritu Santo quisieron ardientemente tenerme en sus brazos para cuidar a su pequeña Hija. En un exceso de amor por mí, la Santísima Trinidad me dijo: “Hija amada, nuestro amor por ti se ahogará si no te contamos nuestros secretos. En consecuencia, te hacemos nuestra secretaria. Queremos confiarte nuestras penas y nuestros decretos. Cueste lo que cueste, queremos salvar al hombre. Mira cómo se dirige al precipicio. […] se desvía de los caminos de su Creador y se arrastra sobre la tierra con debilidad, enfermo y cargado de vicios.

No hay otra manera de salvarlo que por el descenso a la Tierra del Verbo Eterno que tomará la apariencia humana, con sus miserias y pecados. El Verbo Eterno se hará hermano suyo, lo conquistará a fuerza de amor y sufrimiento; le dará tanta confianza, que lo traerá de vuelta a nuestros brazos paternales. ¡Oh, cómo nos aflige la suerte del hombre! Nuestro dolor es inmenso y no podemos encomendar la tarea a nadie más. No teniendo en sí la Divina Voluntad, el hombre no puede comprender ni nuestros sufrimientos ni la gravedad del pecado en que ha caído.

A ti que posees nuestra Divina Voluntad, se te da la posibilidad de comprender esto. Por eso, como nuestra secretaria, queremos revelarte nuestros secretos y poner en tus manos el cetro de mando para que domines y gobiernes todo. Tu dominio podrá convencer a Dios y a los hombres, y traerlos de vuelta a nosotros como nuestros hijos regenerados en tu corazón materno”.

¿Quién podría decir, mi querida hija, lo que sintió mi corazón ante estas divinas palabras? Me invadió un dolor intenso y resolví, a riesgo de mi vida, conquistar a Dios y a las criaturas, y reunirlas».

 

* Luisa Piccarreta, extractos de La Vierge Marie dans le Royaume de la Divine Volonté (“La Virgen María en el reino de la Divina Voluntad”). Es una mística italiana en proceso de beatificación.

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