23 de enero – Matrimonio de la Virgen María y san José

María nunca fue impositiva

No hubo amor conyugal más fuerte y más profundo que el amor mutuo entre José y María. Un amor conyugal real, un amor conyugal profundo, que goza, que ora, que acoge. Un amor conyugal que nunca se impone. Por tanto, la imagen que la Sagrada Familia dio en primer lugar, no fue ante todo la imagen de la perfección.

Aunque vivieron una cierta perfección, no dieron la imagen de una perfección impresionante, un tanto abrumadora y que provoca rechazo, sino la imagen de un amor que acoge y perdona, que no juzga. Amabilidad, humildad, paciencia. El amor de José y María fue un amor atractivo y acogedor. Creo que supieron lograr un equilibrio perfecto en la relación entre la intimidad familiar, como tres personas, y la acogida bondadosa a quienes les rodeaban.

María nunca fue impositiva. Eso es lo primero que quiero decir para describirla. Además, los apóstoles la eligieron para tranquilizarlos antes de Pentecostés, para prepararlos para acoger a Jesús, en este cenáculo del Cenáculo, cuando tenían miedo.

También supo alegrarse, incluso divertirse, como vemos en las bodas de Caná, permaneciendo atenta a las necesidades, aun las más sencillas, de quienes la rodeaban. Supo participar en la vida de sus contemporáneos, discutió con las mujeres de Nazaret, educó a Jesús, con paciencia, mansedumbre y humildad. Es importante invitar a la familia de Nazaret a nuestras familias, para que nos enseñe a ser como ella, a saber vivir con las dificultades.

P. Emmanuel Gobilliard, homilía en la festividad de la Sagrada Familia 2012, Le-Puy-en-Velay.

Enciclopedia Mariana

 

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