28 de diciembre – Los Santos Inocentes, mártires

¿La viuda de Naín le recordó a Jesús a su propia Madre?

El Señor, dice la Escritura, se conmovió con gran compasión cuando vio a esta viuda salir de la ciudad detrás del cortejo fúnebre de su hijo. Sin duda, con su divina presciencia y conociendo de antemano su destino personal, pensó en su propia Madre, la Santísima Virgen María. Llegaría el día en que su Madre, privada de su protector, san José, dejaría otra ciudad, Jerusalén, para ir a enterrar a su único Hijo.

El Señor percibió el profundo dolor de la viuda de Naín. Sintió su sufrimiento, como siente todos nuestros sufrimientos, y realizó el extraordinario milagro de resucitar a su hijo.

No pensemos que Dios quiere hacer tales milagros por cada trágica desaparición, porque, como dijo Jesús, su «Reino no es de este mundo». Pero donde el milagro externo no ocurre, siempre existe la posibilidad de un milagro interno. Las pruebas o pérdidas más dolorosas pueden restaurarse en el corazón humano. En el templo secreto de nuestro ser físico, la curación del corazón, la reparación del espíritu —incluida la resurrección del alma— son posibles.

La diferencia entre nosotros y la viuda de Naín no es el grado de nuestro dolor, sino el hecho de que su milagro sucedió en el mundo visible de la vida cotidiana y la muerte. Nuestros milagros, en cambio, tienen lugar en lo profundo de la persona, donde la transformación ocurre para la eternidad y no solo para nuestra vida terrenal.

Su Eminencia el arzobispo Elpidophoros, Arquidiócesis Griega Ortodoxa de América

Homilía del 10 de octubre de 2021, en Naples, Florida (Estados Unidos).

Adaptado de https://www.goarch.org/-/homily-oct102021-naples

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