10 octubre – Consagración de Luxemburgo a María consuelo de los afligidos (1666)

Llevada por mil ángeles, María salva al apóstol Santiago

Santiago —llamado el Mayor— es hermano del apóstol Juan y la tradición cuenta que tenía una gran devoción y profundo respeto por la Virgen, quien a su vez le prestó especial atención.

En España, las revelaciones hechas a María de Agreda, una monja española del siglo XVII, relatan dos intervenciones de la Virgen para apoyar al apóstol en su misión.

La primera vez fue en Granada, donde los paganos atacaron a Santiago nada más llegar. Doce discípulos también ahí predicaron. Mataron a uno que se les opuso con gran celo; pero el apóstol y sus discípulos continuaron predicando. Los paganos los apresaron a todos, los encadenaron y los sacaron de la ciudad. Mientras se preparaban para matarlos, el apóstol pidió ayuda a Jesús y a su Madre. Jesús ordenó a mil ángeles que ayudaran a su Madre a apoyar al apóstol. Inmediatamente la llevaron a España, donde ellos estaban encadenados. Sus enemigos ya tenían el puñal en la mano. Al ver a la Virgen, el apóstol, aun estando atado, se inclinó ante Ella lo mejor que pudo. María le dijo: “¡Santiago, hijo mío, siervo fiel, ánimo! Levántate y sé libre”. Sus cadenas y las de sus discípulos se rompieron de inmediato. Los paganos cayeron al suelo, donde permanecieron unas horas sin ningún signo de vida.

Zaragoza, donde se venera a la Virgen del Pilar, guarda el recuerdo de la segunda visita. El apóstol Santiago estaba con sus discípulos a orillas del Ebro. Estaba rezando unos momentos, a un lado. Una procesión de ángeles se escuchó desde lejos. Todos fueron transportados con admiración. Los ángeles llevaban una pequeña columna de mármol y una estatua de la Virgen. Entonces María le dijo a Santiago: “Bendecido y lleno de alegría seas”. Todos los ángeles respondieron: "Que así sea". Y Ella añadió: “Hijo mío, Dios ha elegido este lugar para construir un santuario que me será consagrado. Prometo grandes favores y protección a todos los que vengan aquí para alabar a Dios y orar con fe y devoción. Como garantía de esta promesa, coloquen mi estatua sobre esta columna y permanecerá allí con fe hasta el fin del mundo”.

Comenzarás esta construcción lo antes posible y, cuando hayas terminado, partirás hacia Jerusalén, donde mi Hijo quiere que le ofrezcas tu vida en sacrificio allí mismo donde Él dio la suya. Santiago se inclinó. Los ángeles celebraron con él este primer santuario, que se convirtió en la Basílica de Nuestra Señora del Pilar en Zaragoza, lugar de muchos milagros, entre ellos el conocido como “de la Calanda”, gracias al cual un hombre recuperará milagrosamente su pierna amputada.

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