27 mayo – Italia: Madonna del Pueblo (1645). San Agustín, obispo de Canterbury, † 604 o 605

María, nuestra reina

Hace algunos meses, pude volver a ver un video que había hecho de las oraciones vespertinas de mis dos hijas mayores cuando tenían dos y tres años. El orgullo de la mayor y la risa sorprendida de la menor recitando el avemaría con sus voces de bebé me hicieron recordar este momento puro de felicidad familiar, pero también de gracia divina.

Creo que todos somos niños frente a la Santísima Virgen.

Cuando rezo, siempre tengo una oración para María. Pero lo contrario no siempre es cierto. Perdón, Señor. A menudo, cuando estoy enojado o ansioso, rápidamente intento rezar algunas avemarías que hasta ahora han funcionado frente al estrés del despegue (y sí, tengo miedo a volar). Y, para los momentos en que me hierve la sangre, estas también ayudan; pero desafortunadamente a veces gana el orgullo...

Conozco tres formas cantadas del avemaría. Dos son magníficas y han ritmado las marchas hacia Chartres o Conques. El pequeño milagro de la hermosa vibración producida por varias voces, aunque poco entrenadas, durante el "fruto de tu vientre", nunca deja de conmoverme. También pienso en las procesiones de Lourdes que han quedado grabadas en mi memoria.

Al final de nuestra Misa de matrimonio, cantamos “Reina entre nosotros”. Me gusta mucho este canto, que dice cuánto y cómo, en Francia, María se siente en casa. María es nuestra Reina, reina sobre santos y ángeles a los pies de nuestro Señor.

Charles Beigbeder, empresario

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