27 noviembre - Francia, París: Medalla Milagrosa (1830)

“El peligro será grande; todo parecerá perdido. Yo estaré con ustedes”

En ese momento, sentí la emoción más dulce de mi vida y me sería imposible expresarla. La Santísima Virgen me explicó cómo debía comportarme en mis aflicciones y, mostrándome con su mano izquierda el pie del altar, me dijo que viniera y me arrodillara allí y abriera mi corazón, agregando que recibiría ahí todos los consuelos que iba a necesitar. Luego me dijo de nuevo: “Hija mía, quiero encomendarte una misión; sufrirás muchos dolores, pero los vencerás pensando que son para la gloria de Dios. Serás rechazada, pero recibirás la gracia, no temas; di todo lo que te ocurre, con sencillez y confianza (…)”.

Después le pedí a la Santísima Virgen una explicación de las cosas que me habían sido mostradas. Ella respondió: “Hija Mía, los tiempos son muy malos; las desgracias caerán sobre Francia; el trono será derrocado, el mundo entero será trastornado por desgracias de todo tipo (la Santísima Virgen se veía muy apenada al decir esto). Pero ven al pie de este altar: allí se derramarán gracias sobre todos los que las pidan, grandes y pequeños.

Llegará un momento en que el peligro será grande; pensaremos que todo está perdido. Estaré contigo, ten confianza; reconocerán mi visita, la protección de Dios y la de san Vicente en las dos comunidades. Ten confianza, no te desanimes, ¡estaré contigo! Habrá víctimas en otras comunidades (la Santísima Virgen tenía lágrimas en los ojos cuando dijo esto). En el clero de París, habrá víctimas. El arzobispo morirá (ante estas palabras, sus lágrimas brotaron de nuevo). Hija mía, la cruz será despreciada, será arrojada al suelo, el costado de Nuestro Señor se abrirá nuevamente; las calles se llenarán de sangre; el mundo entero caerá en la tristeza”.

Santa Catalina Labouré, relato de las apariciones de la Virgen María en París, en 1830.

Santa Catalina Labouré (1806-1876) fue una religiosa francesa de la congregación de las Hijas de la Caridad, en el convento de la calle del Bac, en París, Francia. En 1830, la Santísima Virgen se le apareció varias veces y le pidió, entre otras cosas, que hiciera acuñar la famosa Medalla Milagrosa.

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