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Las lágrimas de la Madre de Dios

Cuando el papa Francisco viaja, generalmente colocan cerca del altar donde celebra la Misa, una imagen de la Virgen del país que visita. El 24 de noviembre de 2019, la imagen utilizada en Nagasaki, Japón, fue una escultura de María que sobrevivió a la explosión de la bomba atómica en 1945.

Se llama la Virgen de Nagasaki o la Virgen Quemada. El 9 de agosto de 1945, estaba en el altar de la antigua catedral de Urakami, a pocas calles del epicentro de la explosión de la bomba atómica lanzada por las fuerzas estadounidenses durante la Segunda Guerra Mundial.

Originalmente, el busto formaba parte de una escultura de madera hecha en el extranjero, inspirada en la pintura de la Inmaculada Concepción del pintor español Bartolomé Esteban Murillo y ofrecida a la catedral en 1920.

La bomba que destruyó Nagasaki fue lanzada a las 11:01 a. m. Ese día, los católicos asistieron a una Misa especial en la catedral con motivo de una novena preparatoria de la fiesta de la Asunción de María (15 de agosto). Todos los fieles reunidos ese día perecieron incinerados por temperaturas superiores a los 4,000 grados celsius. En unas pocas horas, más de 35,000 personas perdieron la vida en esta ciudad y miles más en los meses siguientes. La catedral quedó en ruinas.

Cuando se encontró el busto, el rostro de la Virgen había quedado irreparablemente dañado, las cuencas de los ojos vacías, las mejillas y el cabello carbonizados, con una grieta en el lado izquierdo de la cara que, según algunos, ahora se asemeja a las lágrimas de la Madre de Dios.

La imagen, también conocida como la Virgen de Urakami, se encuentra hoy en la catedral de la nueva ciudad reconstruida en 1959 sobre las ruinas de la primera. Se ha convertido en un símbolo de paz y de lucha contra el uso de las armas nucleares.

Nagasaki, Japón, 25 de noviembre de 2019, Catholic News Agency

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