12 de septiembre - Austria. Santo Nombre de María

Yo soy tu madre, mi pequeña (I)

El 12 de septiembre de 1948, hacia las cinco de la tarde, Teresita Castillo, novicia del Carmelo en Lipa (Filipinas) se paseaba por el jardín en su convento. De pronto, vio un arbusto cuyas hojas se movían y y escuchó una voz muy dulce: «No temas, hija. Besa el suelo. Lo que te voy a decir, debes hacerlo durante quince días consecutivos. Vendrás aquí, a visitarme. Come un poco de la hierba.» El lunes 13 de septiembre del mismo año, a las cinco de la tarde Teresita vuelve al lugar, dice el Ave María y enseguida nota que las hojas del arbusto se mueven. De inmediato ve a una «hermosa señora» sonriente, con las manos juntas y un rosario dorado en la mano derecha, un vestido blanco, un cinturón estrecho, los pies descalzos posados sobre una pequeña nube a unos 50cm del suelo; «Sé fiel y ven aquí, así llueva o haga sol, le oye decir Teresita. « Quién es usted hermosa señora? -Yo soy tu Madre, mi pequeña. El 14 de septiembre, la Virgen la espera en el mismo lugar con los brazos abiertos. « Deseo que este lugar sea bendecido mañana. - ¿A qué horas? A la hora en que tu madre superiora lo decida. No olvides los acontecimientos de los próximos días. La Virgen bendijo a la novicia y desapareció. Al día siguiente, hacia las 3 de la tarde el obispo auxiliar de Lipa y el capellán del Carmelo bendijeron el lugar. Teresita ve a la Virgen con los brazos abiertos. « Besa la tierra y come un poco de hierba. Toma un papel y un lápiz y escribe lo que te voy a decir. Hijas, os pido creer en mí y guardar este mensaje como un secreto para vosotras. Amaos las unas a las otras como verdaderas hermanas. Venid con frecuencia a visitarme. Haced de este lugar un lugar sagrado. Recoged los pétalos. Os bendigo a todas.» Después de esta aparición, una lluvia de pétalos de rosas fue vista caer ante los ojos de todos los presentes. Al final de la tarde, la Virgen se mostró de nuevo: «Quiero que pongáis mi estatua en el jardín y que limpiéis esta parte del jardín para hacer de ella un lugar de oración. Decidles a las otras hermanas que ellas deben creer en lo que digo para no perder la gracia. Yo bendeciré a toda la comunidad.»

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