16 marzo - Italia. Roma, N.S. de la Clemencia -Domingo de Ramos

José en el designio de Dios

Podríamos afirmar, sin duda, que José tuvo las dudas naturales a todo hombre, pero que en su rectitud rechaza vivir con una persona sospechosa. Yo respondo brevemente: incluso en ese caso, la duda de José fue necesaria, porque ella nos mereció la certidumbre de una respuesta venida del cielo. He aquí lo que está escrito: Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: "José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu prometida, porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo"(Mt 1,20). Estas son las razones por las cuales María fue desposada, como observa el evangelista, con un hombre llamado José (Lc 1,27). Se le llama por su nombre de hombre, no porque era el marido, sino porque era un hombre de sentimiento; o mejor dicho, porque otro evangelista no lo llama simplemente hombre, sino hombre de María (Mt 1,19), se le da con todo derecho el nombre que impone la idea que nos hemos hecho de él. José, entonces, debió ser llamado esposo de María, porque era necesario que lo aceptáramos así. De la misma manera merece ser llamado padre del Salvador, sin serlo de hecho, como afirma el evangelista: "Tenía Jesús, al comenzar, unos treinta años, y era según se creía hijo de José (Lc 3,23). Pero José no era ni el marido de la madre, ni el padre del hijo. Un plan evidente -como hemos visto -y necesario de la Providencia lo obliga a llevar por un tiempo ese doble título de padre y esposo y a figurar como tal.

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